miércoles, 9 de enero de 2013

ERGUIDO-CUAL-MONTAÑA (2 - 3)


Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
7 de julio de 1992

-¡Lars! ¡Bobby! ¡Venid! ¡Corred!-, gritó Crow con todas sus fuerzas para intentar hacerse oír por encima del tumulto provocado por los jugadores reunidos en el Centro de Convenciones de Vancouver.

A continuación se abrió paso por la fuerza apartando a un lado a los jóvenes y adolescentes que se interponían entre él y la mesa donde había visto a dos de los amigos de Travis Long. Ignorando las caras sorprendidas y las indignadas voces de protesta, avanzó dispuesto a terminar de una vez con estos macabros juegos y salvar la vida de los hermanos Worrell.

Sin embargo, sus brusca interrupción llamó también la atención de sus enemigos. Uno de ellos era un chico de unos dieciséis años, de baja estatura y de complexión ligeramente obesa. Su cara redondeada estaba coronada por un cabello rubio corto y peinado hacia la derecha. Vestía una especie de túnica negra sobre la que llevaba una tosca estola con signos místicos cosidos toscamente sobre la tela.

A su lado se estaba poniendo en pie una joven de tan solo quince años que también salía en las fotografías del grupo de amigos de Travis Long. La chica era extremadamente delgada. Tenía una larga melena teñida de negro, ojos castaños tras unas gafas oscuras y lucía pequeñas pecas a lo largo de la nariz y la parte alta de las mejillas. Al igual que su amigo, ella también iba disfrazada, ya que llevaba puesta una capa negra de vampiro al estilo Bela Lugosi, anudada con un colgante rojo con forma de pentáculo. Por último, la joven llevaba puestos unos falsos colmillos de vampiro en su boca.

Apenas les separaban unos pocos metros de distancia. Crow no sabía exactamente lo que haría cuando cogiese a aquellos descerebrados, pero su rabia interior estaba empezando a latir con fuerza en el interior de su cabeza. La parte de él que aún era racional insistía en que a lo mejor esos dos sólo eran amigos de la persona equivocada. Por otro lado, la furia de un Ahroun estaba más allá de la cordura y la razón. Era una pasión salvaje que te arrastraba sin remedio hacia nuevas cotas de violencia y odio.

No obstante, sus preocupaciones fueron innecesarias. Cuando llegó a la mesa, el chico gordito vestido de brujo lanzó unos dados de rol sobre la mesa y gritó un sinsentido. Crow sintió un dolor intenso en la cabeza, que le hizo caer de rodillas al suelo inmediatamente. El dolor fue tan atroz que perdió la vista durante unos preciosos segundos. Lentamente se volvió a poner en pie mientras miraba completamente sorprendido a su alrededor.

Se encontraba en una especie de sala de conciertos de paredes de hormigón gris, donde un grupo de música atronaba sus canciones desde un escenario protegido por unos gruesos barrotes. A su alrededor, decenas de personas se mecían al compás del estruendo, saltando y chocando entre sí como bestias enfurecidas al amparo de la oscuridad y las luces brillantes de los focos del escenario. Vestían camisetas negras, chaquetas vaqueras sin mangas, ropas de cuero y toda clase de adornos similares.

"¿Qué está pasando aquí?", se preguntó aturdido sin poder creer lo que veían sus ojos. "¿Qué está pasando aquí?", se repitió incrédulo. Las personas reunidas en la sala lo evitaban intencionadamente, ignorándolo al mismo tiempo que lo miraban con suspicacia.

Un tipo corpulento, todo vestido de negro y con una larga melena morena, salió de la multitud para abalanzarse sobre él. Pese a que Crow casi le sacaba más de una cabeza, tenía unos brazos fuertes que delataban el abuso de las pesas de gimnasio y de los esteroides. Sus instintos tomaron el control de sus actos. Esperó el tiempo justo para que su atacante estuviese cerca y luego se apartó a un lado cuando trataba de aferrarlo con sus manazas, mientras le lanzaba un puñetazo directo a su estómago. El tipo recibió de lleno el golpe, cayendo al suelo mientras gemía como un niño indefenso.

En ese momento, todo el mundo dejó de bailar, saltar y chocar para mirarle con un miedo irracional. Incluso parecía que la misma música hubiese dejado de atronar en la sala de conciertos. Crow miró a su alrededor nuevamente sin poder comprender lo que estaba pasando.

Más tarde describiría la experiencia a sus hermanos como si hubiesen retirado de pronto una venda que hasta entonces cubriera sus ojos. Se encontró de nuevo en el Centro de Convenciones de Vancouver, rodeado por una multitud que lo miraba a unos prudenciales pasos de distancia. A sus pies, un agente de seguridad uniformado trataba de recuperar la respiración, mientras se cubría el vientre con ambas manos y el color volvía lentamente a su rostro. El tenso silencio sólo era roto por los breves gemidos del agente. Tardó unos vergonzosos segundos en comprender lo que había hecho.

-¡Corre! ¡Qué se escapan!-, gritó Voz-de-Plata a pleno pulmón intentando avanzar mientras le señalaba en una dirección.

Crow se giró una vez más justo a tiempo para ver cómo la capa de la joven desaparecía tras la puerta de una salida de emergencias detrás de la multitud. Apretando los puños de pura furia, corrió en esa dirección dispuesto más que nunca a ajustarles las cuentas a esos dos. Hubo algunos chillidos asustados mientras la multitud se apartaba de él para abrirle paso, temerosa de sufrir el mismo castigo que había padecido el guardia de seguridad. "Mejor así", pensó el Fianna intentando concentrarse únicamente en perseguir a aquellos dos bastardos.

Chocó contra la barra de la puerta para abrirla de golpe. Al otro lado sólo había un sencillo pasillo de paredes blancas que giraba a la derecha después de unos pocos metros. Crow corrió con todas sus fuerzas intentando alcanzarles. El pasillo dio a otra puerta de emergencia y desde allí salió de nuevo al vestíbulo principal del edificio. "¿Dónde están?", se preguntó. Miró a su alrededor sin dejar de caminar mientras sentía como su corazón latía en su pecho como una locomotora a plena velocidad.

Poco después, Lars y Voz-de-Plata salieron por el mismo pasillo que lo había traído aquí. En ese momento, el Fianna localizó a los fugitivos. Por desgracia estaban hablando con otro guardia de seguridad mientras señalaban en su dirección. Crow llegó a ver al hombre hablando por la radio. "Mierda", se dijo furioso. El guardia empezó a correr en su dirección.

-¡Eh, tú! ¡Alto!-, gritó mientras se acercaba

Crow también echó a correr pero en dirección contraria. Sabía que, en una pelea justa, podía derrotar al guardia sin muchas dificultades. Un humano desprevenido no era un rival digno para un guerrero Garou. Sin embargo, eso provocaría más problemas, acabaría implicando a la policía de la ciudad y puede que sus acciones pusiesen en peligro el mismo Velo. Por ahora era mejor huir, salir del edificio y rezar a Gaia para que sus hermanos no perdiesen el rastro de esos dos mocosos.

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