jueves, 10 de enero de 2013

VOZ-DE-PLATA (2 - 3)


Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
7 de julio de 1992

Voz-de-Plata echó una ojeada rápida por una rendija de la valla metálica y vio a los amigos de Travis Long entrar dentro de las obras paralizadas de un edificio que iba a ocupar el solar en el que antes se situaba el pequeño Portal Park.

-Se han escondido ahí dentro-, susurró.

-Bien, entonces los tenemos acorralados-, sentenció Lars.

Él no compartía la confianza del Fenris. De hecho, cada vez estaba más inquieto por la vida de los hermanos Worrell. ¿Podrían encargarse ellos solos de Travis y sus amigos? ¿Y si al arrinconarlos sólo los empujaban a matar a los dos mellizos de la Parentela Fianna? Eran preguntas simples pero extremadamente preocupantes. Voz-de-Plata sólo tenía una cosa clara de este feo asunto: lo prioritario era salvar a los niños.

-¡Oh, no!-, murmuró Lars a su lado. -Tenemos más problemas.

Al volverse, el Hijo de Gaia vio en seguida a qué se refería su hermano. Un viejo Ford Fairmont de color azul oscuro acababa de detenerse al otro lado de la calle. Debía haberles seguido durante su poco discreta persecución por las calles Waterfront y Cordova. El conductor les miró fijamente desde su asiento y luego se agachó, probablemente para coger algo que estaba fuera de su vista.

-¡Tenemos que entrar!-, gritó Lars tirando de su brazo para obligarlo a moverse.

No hizo falta que se lo dijeran dos veces. Voz-de-Plata corrió hacia el hueco de la valla por la que se habían colado los amigos de Travis. Ayudó a Lars a pasar primero sosteniendo una de las láminas metálicas y luego él hizo lo propio desde el otro lado. Una vez que estuvieron dentro de la obra, el Galliard condujo a su hermano hacia el edificio a medio construir. Pasaron al lado de una pequeña montaña de arena, una escombrera, dos casetas prefabricadas y una grúa hasta llegar al marco vacío de lo que iba a ser la puerta principal del edificio. Allí hicieron un alto con las espaldas apoyadas contra la pared para asegurarse de que no había testigos inocentes por los alrededores.

-¿Quién demonios es ese tipo?-, susurró el Hijo de Gaia.

-No tengo ni idea-, respondió el beta de la manada-, pero está claro que pronto lo averiguaremos. Oye, Bobby, ten mucho cuidado cuando entremos. Están corruptos por el Wyrm y tienen extraños poderes. Recuerda lo que le pasó a Crow en el centro de convenciones.

-La verdad es que estoy más preocupado por la vida de los pequeños Worrell-, reconoció Voz-de-Plata.

Lars le miró a los ojos durante unos segundos, asintió en silencio y, a continuación, se introdujo en las oscuras entrañas de la construcción. El Hijo de Gaia le siguió a los pocos segundos. Una vez dentro, pudo comprobar que los obreros habían terminado las paredes de la planta baja, colocando gruesos tablones de madera en los espacios que iban a ocupar la ventanas y enladrillando todo lo demás. Sin embargo, dado que la obra parecía llevar paralizada algunos meses no había rastro alguno de sus antiguos trabajadores.

Cuando se alejaron de la puerta, ambos cambiaron para adoptar la forma mitad humana mitad lobuna que los Garou llamaban Crinos. A pesar de que un ojo inexperto sólo podría diferenciarlos por el color de su pelaje existían pequeñas sutilezas entre ambos: Lars tenía unas espaldas anchas y una mandíbula más grande que Voz-de-Plata, cuyos rasgos estilizados parecían más ágiles y serenos al mismo tiempo. En ambos casos, sus ropas humanas no quedaron destrozadas por el cambio, sino que desaparecieron como si nunca hubiesen estado allí gracias a un ritual mágico que había realizado el Theurge con las ropas de todos sus hermanos de manada.

Sus nuevas orejas les permitieron escuchar unas voces apenas audibles en el piso superior. Lars hizo un gesto y ambos siguieron los sonidos hasta su fuente, atravesando el vestíbulo y subiendo las escaleras que conducían a la planta superior. Sus hocicos descubrieron olores muy fuertes, que recordaban a un contenedor de basura lleno de todo tipo de desperdicios inimaginables.

-¡No podemos esperar más! ¡Hazme caso Undakar! ¡Tenemos que realizar el ritual del Lobezno Olvidado antes de que sea demasiado tarde!-, exigió una cansada voz femenina.

-¡Shadarah tiene razón! Los tipos que nos perseguían no tardarán en llegar-, dijo una voz masculina, entrecortada por fuertes bocanadas para recuperar la respiración.

-¡Qué vengan!-, les cortó un tercero en tono autoritario. -¿Qué pueden hacer tres licántropos contra nosotros? ¿De qué tenéis miedo? Throx, tú te ganaste el título de "Nuncio de la Aceitosa Pululencia" en las criptas malditas de Sarhub combatiendo contra una docena de espectros y criaturas infernales incluso más terribles. Y tú, Shadarah, consumiste toda la sangre del aparecido antediluviano al que todos llamaban El Innombrable en las noches de la luna escarlata... Si no tenéis valor suficiente, marcharos, no sois dignos de contemplar la majestad de Undakar, el Horrendo Excretor de Inmundicia.

Los dos Garou llegaron hasta la sala de la que procedían las voces. Voz-de-Plata miró a Lars sin comprender lo que estaba pasando ahí dentro, pero ni siquiera el sabio Theurge parecía comprender la aloca conversación que estaban escuchando.

-¡Shadarah no le tiene miedo a nada!-, chilló la joven.

-¡El Nuncio de la Aceitosa Pululencia no os abandonará en este momento!-, gritó la voz fatigada.

-¿Y vosotros dos? ¿Combatiréis a nuestro lado?

-Beltaine Belial lo hará a cambio de que me entreguéis las almas de nuestros enemigos-, respondió una voz grave y pesada, con un matiz sobrenatural disonante e imposible de ser imitado por una garganta humana.

-¡Dadme toda la vitae aún cálida de sus venas y Zhurax, el Bastardo de la Sangre Liliana, también luchará a vuestro lado!- gritó una quinta voz.

Lars pareció haber tenido suficiente y cruzó el marco de la puerta. Voz-de-Plata le siguió con una creciente angustia en sus entrañas. En la sala había cinco personas reunidas alrededor de un joven gordito y con gafas, al que reconocieron inmediatamente como Travis Long por la cantidad de caspa visible que cubría su pelo. También estaban el chico y la chica a los que habían perseguido hasta este edificio. Por último, había dos jóvenes más con ellos. Uno tenía el pelo moreno, una gastada cazadora de cuero negro, pantalones vaqueros y llevaba unos falsos colmillos de vampiro. El otro parecía el mayor del grupo, aunque iba disfrazado como un campesino medieval con una capucha que sólo dejaba al descubierto su feo rostro abrasado por las espinillas.

Su repentina irrupción en la sala no provocó la locura que solía seguir cuando un simple humano veía a un hombre lobo en su forma Crinos. En lugar de caer en los terrores del Delirio, como lo llamaban los Garou, los cinco jóvenes exhibieron un autocontrol perturbador. Estaba claro que el Wyrm les había cambiado, no sólo confiriéndoles extraños poderes sino también alterando sus mentes para que pudiesen enfrentarse a los terrores más grandes del alma humana.

Lars se abalanzó sobre el joven al que habían perseguido hasta la construcción, derribándolo violentamente al suelo y hundiendo sus garras en él con salvajismo, antes de que pudiese emplear el mismo truco que había hecho con Crow en el Centro de Convenciones de Vancouver. Voz-de-Plata echó un breve vistazo a su alrededor buscando con la mirada completamente desesperado a los mellizos secuestrados. Los vio maniatados y amordazados, sobre una sucia lona en el suelo. A menos de un metro de ellos estaba el cadáver medio devorado de una joven, a la que apenas se podía identificar como Zoe Parker, la novia de Travis Long y trabajadora de la guardería de Los Peces Azules.

Su contención impulsó a la joven disfrazada con la capa de vampiro a correr en dirección a los mellizos, mientras alzaba una pequeña daga que había sacado de entre sus ropajes. Voz-de-Plata cargó contra ella antes de que la joven llevase a la práctica sus crueles intenciones, apartándola a un lado con un brusco golpe que la derribó al suelo como si fuese una muñeca de trapo.

Travis y sus dos amigos no se quedaron de brazos cruzados. Uno de ellos, el que iba disfrazado como un campesino medieval, comenzó a gritar a pleno pulmón palabras inexistentes que hicieron que el mundo de Voz-de-Plata se tambalease. El Galliard sintió que una parte de su misma esencia espiritual le era arrebatada en ese instante y se tambaleó durante unos segundos aturdido por aquel ataque místico. Con ojos borrosos, vio cómo el adolescente de la cazadora de cuero y los falsos colmillos se abalanzaba sobre Lars, intentando sujetarse a la enorme espalda del Fenris con la boca abierta para hundir unos colmillos que ahora parecían terriblemente reales.

-¡Detente, licántropo!-, gritó Travis.

Voz-de-Plata le miró inconscientemente, pero en lugar de ver a Travis vio a una joven de unos veinte años, con la piel clara y un cabello castaño claro que corría libre hasta sus hombros con pequeños bucles salvajes. No llevaba más ropa ni ornamentos que el símbolo de la paz pintado de verde en ambas mejillas. "¡Es Sylvie!", se dijo Voz-de-Plata. "En el nombre de Gaia, ¡desnuda es más hermosa de lo que nunca hubiera imaginado!". Todo el cuerpo del Galliard tembló al contemplar maravillado la desnudez de aquella chica.   Las suaves curvas de su piel y la oscuridad de sus secretos hizo que perdiese todo ápice de cordura. "Sylvie, Sylvie", repitió inútilmente mientras observaba atontado la imagen del que había sido su primer amor platónico en una protesta universitaria a la que había ido sin el consultar a sus padres. Sin embargo, el cuerpo de Sylvie fue sacudido violentamente por una garra que la atravesó sobresaliendo de golpe de su delicado vientre. Pronto la sangre comenzó a manar en grandes cantidades a través de la terrible herida.

-¡Nooooooo!-, aulló furioso Voz-de-Plata al mismo tiempo que corría inútilmente para salvar a su amada de la muerte.

La garra asesina hizo un movimiento brusco y la arrojó al suelo violentamente antes de que pudiese cogerla entre sus brazos. La furia del Galliard amenazaba con apoderarse de él, impulsándolo hacia delante con un salvajismo suicida que nunca había sentido. No obstante, se detuvo a un pocos pasos del Garou en forma Crinos que había matado su Sylvie cuando lo reconoció: era su hermano Crow. El Fianna le dio la espalda y golpeó con su otra garra la pierna del adolescente disfrazado de campesino medieval, desgarrándola como si fuese una pequeña rama rota. A su lado, Lars se había quitado de encima al chico de la cazadora de cuero y remató al joven vestido con la túnica y la estola de un mordisco letal en el cuello.

Sin comprender todavía lo que estaba pasando, Voz-de-Plata miró a su amada, pero descubrió para su eterno horror que en su lugar sólo se encontraba el cadáver ensangrentado de Travis Long. "¿Qué brujería es esta?", se preguntó confuso. La ira que sentía en su interior le indicaba que lo que había visto había sido real, pero sus ojos le decían ahora lo contrario. El Hijo de Gaia miró al suelo durante unos segundos, concentrándose únicamente en su propia respiración y dejando atrás los gritos de dolor y muerte. Cuando levantó la vista de nuevo, Travis seguía yaciendo inerte en la misma posición sobre el suelo. Finalmente tuvo que rendirse ante la evidencia. "Parecía tan real", pensó por última vez aterrado ante los corruptos poderes del Wyrm.

La realidad pronto le obligó a volver a centrarse en la pelea que tenía lugar a su alrededor. A pesar de que sus hermanos de manada habían iniciado una matanza que pronto terminaría con la muerte de todos los amigos de Travis, la chica había aprovechado la confusión para ponerse en pie y acercarse a los gemelos sin que nadie reparase en ella. "¡Va a matarlos!". La idea hizo que Voz-de-Plata volviese del todo en sí. Sin pensárselo dos veces, cargó contra ella, espoleado por la furia que había sentido segundos antes. La chica cogió la cabeza de uno de los mellizos, cuya boca enrojecida estaba cerrada por un grueso trozo de tira aislante, y alzó su daga mientras murmuraba algo en algo que se asemejaba vagamente al latín una y otra vez. El Galliard le aferró firmemente el brazo que sostenía el arma en el último segundo y luego hundió su garra en su delgado cuello, destrozándolo y salpicando sangre por todas partes.

-Lo siento-, le susurró a la joven.

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