lunes, 14 de enero de 2013

LARS (2 -3)


Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
7 de julio de 1992

-¿Cómo diste tan rápido con nosotros?

-Me metí en unos aseos del Centro de Convenciones de Vancouver para caminar de lado y Uktena me guió hasta vosotros-, explicó con brevedad Erguido-cual-Montaña mientras adoptaba forma Homínida. En esos momentos parecía más interesado en comprobar la buena salud de los mellizos que en dar explicaciones al beta de su manada.

Lars asintió satisfecho mientras también adoptaba la forma Homínida. Habían encontrado a los pequeños y los habían salvado de un destino incierto pero decididamente siniestro. A pesar de su éxito, no pudo evitar sentirse inquieto al contemplar los restos destrozados de Travis y sus amigos. "¿Qué les pasaba a estos?", se preguntó. "¿Habían caído en la locura antes de ser corrompidos o, por el contrario, había sido la corrupción del Wyrm la que les había arrancado toda cordura posible?" Aquella era la clásica pregunta que podía obsesionar a un Theurge como él durante meses, incluso años, pero Lars era lo bastante despierto para saber que si seguía por ese camino, la respuesta siempre estaría un par de pasos por delante de él, burlándose desde una distancia inalcanzable.

Aun con todo, el lado más morboso de su oficio tentó su curiosidad al estudiar el cadáver de Travis, teniendo buen cuidado en no tocarlo más de lo necesario. El problema de "caspa" del difunto, había empeorado y todo su cuerpo estaba empezando a descomponerse a una velocidad antinatural, autodegradándose para convertirse en aquel polvillo blanco y grasiento del que comenzaba a emanar un fuerte olor nauseabundo. El toque del Wyrm era más que evidente, pero no había más indicios que indicasen la naturaleza de los extraños poderes mostrados por Travis y sus amigos. Por tanto, el joven Theurge tuvo que conformarse con suponer que los secuestradores habían sido poseídos por Perdiciones y convertidos en algún tipo de fomori menor.

-Deberíamos irnos, Lars-, le pidió Voz-de-Plata mientras sostenía a uno de los mellizos que no paraba de llorar entre sus brazos humanos.

-Estoy de acuerdo-, secundó Erguido-cual-Montaña.

-¡No lo permitiré!-, interrumpió una tercera voz que no pertenecía a ninguno de los Garou de su manada.

De cuclillas junto al cadáver de Travis, el Fenris buscó sobresaltado el origen de la voz hasta hallar al conductor del Ford Fairmont junto a la única puerta del piso, apuntándoles con una escopeta semiautomática de metal oscuro. El hombre cuyo rostro severo parecía estar bien anclado en la cuarentena, tenía el pelo moreno, peinado con raya hacia el lado izquierdo, nariz aguileña y un mentón generoso rematado en un pequeño hoyuelo en el extremo de la barbilla. Sus ojos azules los vigilaban atentos, llenos de odio incluso. Un crucifijo dorado destacaba entre los cuellos de su camisa gris y los pantalones vaqueros clásicos que llevaba apenas protegían de la suciedad a sus zapatos negros.

-¿Quién eres?-, preguntó Lars poniéndose de pie de un salto.

-Ni lo intentes, hijo-, le amenazó el hombre apuntándole directamente con su escopeta.

-¡No dispare! ¡Hemos salvado a estos niños inocentes!-, suplicó Voz-de-Plata.

-¿Inocentes? ¿Inocentes? No me hagas reír-, respondió el hombre visiblemente malhumorado. -Habéis mancillado su bendita inocencia con vuestros rituales satánicos. ¡Les habéis arrebatado su derecho a la salvación eterna para que el Diablo esclavice sus almas!

-No, se equivoca-, le interrumpió Erguido-cual-Montaña. -Estos locos eran los que querían hacer eso. Nosotros hemos salvado a los Worrell y sólo queremos llevarlos sanos y salvos con sus padres.

-¿Ah, sí?-, respondió el extraño de la escopeta. -¿Y qué les pasó a ellos? ¿Vas a intentar mentirme diciendo que les atacaron una jauría de animales salvajes?

En ese instante todos ellos se dieron cuenta de que el hombre sabía lo que habían hecho. Eso limitaba muchos sus opciones. Lars usó su don de Sentir al Wyrm disimuladamente sobre el extraño, pero no advirtió la mancha del Corruptor en él. Eso lo confundió todavía más. Si no servía al Wyrm, ¿quién demonios era ese hombre?

-¿Qué quiere?-, preguntó intentando parecer más seguro de lo que se sentía en esos momentos.

-Enviaros al Infierno-, respondió con firmeza el extraño justo antes de dispararle.

A esa distancia era imposible fallar y el disparo de la escopeta le abrasó el hombro izquierdo, destrozando la carne y los huesos de la clavícula hasta que el proyectil quedó anclado profundamente en su interior. Su cuerpo giró por la violencia del disparo, cayendo al suelo de espaldas a su atacante. Lars intentó boquear para recuperar el aliento tras el impacto, pero el dolor y la sangre que salía por su boca le impedían respirar con normalidad.

Desde su posición vio cómo Erguido-cual-Montaña dejaba en el suelo al pequeño Theo Worrell, que lloraba ahora completamente aterrado, y adoptaba de nuevo su forma Crinos para enfrentarse a su atacante. Voz-de-Plata también se convirtió en Crinos, pero él no dejó abandonada en el suelo a Janine, sino que la protegió con su propio cuerpo, ofreciendo su espalda descubierta al tirador para salvar a la niña de cualquier impacto azaroso o intencionado.

Un nuevo disparo resonó en el piso cuando la escopeta golpeó de lleno a Erguido-cual-Montaña, abriendo una fea herida en el abdomen del guerrero del Fianna, cuya mole se vio obligada a retroceder dos pasos ante la fuerza del impacto. Lars usó en ese momento su don de Resistir el Dolor para anular temporalmente la agonía que sufría su cuerpo. Por su parte, el Ahroun Fianna recorrió la corta distancia que lo separaba del extraño aullando casi completamente enloquecido por la rabia y sacando de su funda sus mortíferas garras con siniestra anticipación. Voz-de-Plata aprovechó aquella distracción para acercarse a Theo, el niño que había dejado en el suelo Erguido-cual-Montaña, recogerlo con una de sus grandes manazas y protegerlo a él también.

El extraño no pareció aterrado en absoluto al ver a un Crinos abalanzándose sobre él, sino que, muy al contrario, oró a Dios una breve plegaria para que le ayudase a derrotar a los sirvientes del Maligno. El Fianna le atacó en ese momento con un barrido de su poderoso brazo, pero el hombre se agachó con una agilidad sorprendente para una persona de su edad, evitando el mortífero golpe por muy poco. Lars se transformó en Crinos, incorporándose sobre sus cuatro patas y corrió cojeando para unirse a la pelea.

El extraño dejó caer la escopeta y sacó una daga de filo plateado cuya funda estaba escondida en su manga izquierda. Erguido-cual-Montaña atacó de nuevo, impulsando una de sus garras. El hombre esquivó el golpe retrocediendo, aunque al hacerlo se había quedado arrinconado de espaldas a una pared. Lars aprovechó ese momento para morderle la pierna. Los colmillos de sus fauces asieron la pierna del hombre a la altura del tobillo e hicieron presión, provocando que el humano gritase de dolor mientras la sangre manchaba sus pantalones.

A pesar de la horrorosa herida que le había causado, el hombre no sólo no soltó la daga que empuñaba, sino que trató de clavársela en la espalda con la desesperación nacida del condenado que está dispuesto a arrastrar a otros con él a la tumba. Lars soltó su pierna y, aunque no consiguió apartarse de la trayectoria de la daga a tiempo, su filo de plata sólo logró causarle un corte superficial en la espalda, uno cuyas  dolorosas consecuencias no sintió en ese momento gracias al don de Resistir Dolor. No obstante, su atacante había quedado completamente expuesto con aquel ataque desesperado. Erguido-cual-Montaña hundió sus garras en el vientre del hombre con un aullido triunfal y abrió un mortífero surco antes de sacarlas con todas sus fuerzas, arrancando trozos de intestinos y de otros órganos internos en el proceso.

Su atacante chilló de una forma que Lars no olvidaría nunca en toda su vida y cayó contra la pared, sentando sobre un creciente charco de sangre y vísceras destrozadas. Su cuerpo seguía temblando sin control debido a las agónicas compulsiones que estaba sufriendo. Aquello era demasiado. El Theurge remató al humano para evitar que se prolongase su sufrimiento.

-Debía ser un cazador-, gruñó Erguido-cual-Montaña.

-¿Un cazador?-, preguntó él sin comprender. -¿Un cazador de qué?

-De seres sobrenaturales como nosotros, por ejemplo-, le respondió con nuevos gruñidos. -A veces hay fanáticos religiosos o humanos normales que descubren que los hombres lobo existen y tratan de matarlos. Los ancianos los llaman cazadores.

"Tiene sentido", pensó el Theurge mientras sostenía el crucifijo del difunto con una de sus garras en actitud reflexiva. "Esto da mucho que pensar".

-¿Están bien los Worrell?-, preguntó el Ahroun mientras se acercaba a Voz-de-Plata.

-Sí, están bien-, le respondió el Hijo de Gaia mostrándole a los dos niños pequeños llorando casi afónicos entre sus brazos peludos, -aunque no creo que les hayan alimentado ni dado de beber desde que los cogieron. Deberíamos devolvérselos cuanto antes a sus padres.

-No es buena idea-, respondió el Theurge después de cerrarle los ojos al hombre que acababan de matar. -No podemos pasearnos con ellos por todo Vancouver para llevarlos a su casa.

-Entonces, ¿qué propones?-, preguntó Erguido-cual-Montaña. -¿Dejarlos aquí?

-Desde luego que no-, respondió él encarándose directamente con el Fianna por primera vez. -Lo más sensato sería que cure vuestras heridas antes de salir a la calle, luego hacer una llamada anónima a la policía desde una cabina pública, dejar allí a los niños y vigilarlos desde lejos hasta que llegue la policía. Así los Worrell no tendrían que responder a preguntas incómodas, ¿no te parece?

-Tienes razón-, reconoció Erguido-cual-Montaña. -Lo siento, Lars. Ha sido un día de locos-, añadió arrepentido apartando la mirada.

-Sí, un día de locos-, suspiró el Theurge.

-.-

El pub Ceili's estaba lleno de gente a esas horas. Erguido-cual-Montaña había insistido en que los Fianna  de Vancouver querrían darles las gracias en persona e invitarles unas rondas de cerveza cuando descubriesen que habían salvado a los niños secuestrados. Se había quedado corto. Una vez que supo la noticia, cada uno de los Garou de esa tribu había llamado a sus amigos y parientes y habían organizado una buena fiesta entre todos en el pub. La algarabía provocada por las personas presentes en el local era un amasijo caótico de voces que trataban de hacerse oír unas por encima de otras. Un grupo de espontáneos llevaban un rato interpretando todo tipo de canciones animadas en un rincón, usando únicamente un pequeño violín y un acordeón propiedad del pub.

Además había habido numerosos brindis a su salud, por supuesto, tantos que Lars había perdido la cuenta. Su cuerpo Garou podía soportar mil veces mejor que un humano cualquier cantidad de alcohol, pero sospechaba que los Fianna habían echado algo en su bebida, porque se sentía bastante mareado. Se había sentado en un taburete en una de las esquinas de la barra cuando comenzó a sentirse así. Tardó unos largos minutos en darse cuenta de que Erguido-cual-Montaña  estaba hablando con una Garou de su tribu que le estaba diciendo algo al oído, mientras que Voz-de-Plata bailaba completamente borracho al son de la música rodeado por un grupo de personas que lo aplaudían y lo animaban más y más. Lars apoyó los brazos, cruzándolos sobre la barra mientras observaba intrigado su jarra de cerveza intentando averiguar cómo habían logrado emborracharlo los Fianna. Estaba hecha de madera y tenía grabados dos nudos trenzados en ambos extremos, así como varias runas celtas que no supo identificar. La fiesta siguió rugiendo a su alrededor durante unos minutos interminables hasta que su aturdida mente reparó en una sensación vagamente familiar que reconoció al instante.

-¡Qué hijos de puta!-, exclamó en voz baja sin que nadie pudiese escucharle. -¡Es un fetiche! ¡Los Fianna usan la ayuda de los espíritus para emborracharse!

A pesar de su sorprendente descubrimiento, la fiesta continuó durante toda la noche. Ya habría tiempo para las lamentaciones con la inevitable resaca del día siguiente...

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