martes, 27 de noviembre de 2012

LARS (1 - 5)


Alrededores de la cabaña de Bill
5 de marzo de 1992

Su manada corrió durante mucho tiempo siguiendo el paso dejado por Helios en las horas de la tarde. La ventisca había devastado cualquier otro elemento que les hubiese podido servir de ayuda para orientarse en aquella parte del mundo. El bosque parecía incluso más amenazador si cabe: ramas caídas, troncos resquebrajados por la furia de los vientos y un mar de nieve que lo cubría todo. Tal había sido la furia desatada por el Gran Wendigo. Sin embargo, a pesar de ver semejante destrucción, Lars sabía que lo que estaban viendo sus ojos sólo era una pálida sombra de lo que sería el Último Invierno.

Mata-Parientes había decidido guiarles hacia el oeste, atravesando bosques y montañas hasta llegar al Clan del Pacto o, en su defecto, a otro protectorado Garou que pudiese ayudarles. Ninguno de sus hermanos se sorprendió ante el hecho de que ni siquiera hubiese considerado la opción de dirigirse al pueblo humano de Kroder's Pass, pero ninguno de ellos podría cambiar eso a no ser que retasen al lobo Fianna por el puesto de alfa de la manada y estaba claro que por ahora ninguno de ellos podría hacerlo con posibilidades reales de tener éxito.

La manada hizo un alto al anochecer, cerca de un pequeño arroyo cuyas aguas estaban completamente congeladas. Mientras sus hermanos comían y descansaban bajo la luz de la luna gibosa, el aspecto Galliard de Selene, Lars prefirió en su lugar entrar solo en las tierras umbrales. Tal vez ahora que se habían alejado  un poco del territorio del Clan del Lobo Invernal pudiese obtener más información de los espíritus locales. Canción-Oculta se ofreció a acompañarle, pero Lars declinó su oferta con amabilidad.

Una vez que estuvo solo, hizo pedazos el hielo del arroyo hasta llegar a los hilos de agua fría del fondo, que se acumularon hasta formar un pequeño estanque cuya superficie reflejaba la luz de la luna gibosa. Lars contempló su propio oscuro reflejo y se concentró para caminar de lado. La Celosía opuso poca resistencia. El reflejo umbral de este lugar conservaba su presencia majestuosa, aunque el joven Theurge pudo comprobar que la furia del Gran Wendigo había llegado incluso aquí. La nieve y el hielo estaban por todas partes, cubriendo el paisaje con su manto blanco. Sin embargo, ahora que la ventisca había cesado, los Hijos del Calvero y otros espíritus arbóreos, grandes y pequeños, volvían a erguirse orgullosos hacia los cielos umbrales. Otros espíritus se movían furtivamente entre sus sombras. Algunos incluso lo observaban con sus ojos resplandecientes desde la oscuridad.

En ese momento, el joven Theurge escuchó una voz que decía su nombre "Lars-Lars". Sin pensarlo, el Fenris adoptó su forma Crinos y se preparó para lo peor, sabiendo que él debía ser un completo extraño para los espíritus de aquellas tierras, por lo que era imposible que conociesen su nombre. No obstante, la voz volvió llamarlo "Lars-Lars". Parecía proceder de alguna parte del follaje de los grandes árboles. El Theurge se internó con cautela bajo las sombras de aquellos gigantes arbóreos, muy atento a todo lo que lo rodeaba. "Lars-Lars", volvió a escuchar.

-¿Quién eres?-, preguntó el Fenris. -¿Cómo sabes mi nombre?

Dos orbes dorados aparecieron de repente en lo alto, observándolo fijamente. Lars se estremeció. Estaba seguro de que aquellos ojos podían ver en lo más profundo de su interior. Ningún espíritu o criatura viva podría escapar ni esconderse nunca de unos ojos como aquellos.

-¿Quién eres?-, volvió a preguntar con un susurro.

Los ojos desaparecieron durante unos segundos y luego volvieron a mostrarse, acercándose a gran velocidad. Los oídos del Fenris pudieron captar el rumor producido por un débil aleteo en las sombras. Lars necesitó todo su coraje para no huir en ese mismo momento.

Los ojos se posaron en una gruesa rama cercana. Resquicios de la luz de Selene mostraban ahora el contorno de su cuerpo, su plumaje marrón con motas oscuras, su pico vertical y sus alas recogidas. Era un  espíritu de búho de gran tamaño el que le miraba con esos ojos dorados. "No, no es un simple espíritu de Búho", se corrigió a sí mismo el Theurge.

-¿Sabes quién soy, joven Garou?-, preguntó el espíritu con su voz ululada.

-Sí, eres un avatar del Gran Búho-, respondió Lars-, el patrón espiritual de la tribu de los Caminantes Silenciosos. Dicen que nada escapa a tu sabia mirada y que guardas muchos secretos bajo tus oscuras alas.

El espíritu no respondió de inmediato, sino que permaneció observándolo pacientemente. Lars se sintió muy incómodo bajo el peso de aquella mirada. ¿Qué podía querer el avatar de un espíritu tan poderoso como Fenris o Wendigo?

-Vuestros pasos os llevan en la dirección equivocada-, dijo por fin el espíritu.

-¿No debemos volver a casa?-, preguntó el joven Theurge.

-Los espíritus de los cachorros asesinados claman pidiendo venganza-, le aseguró Búho. -Las respuestas se esconden al norte de su antiguo clan, pero no os queda mucho tiempo. ¡Buscad la herida en la tierra!

-¿Por qué me lo cuentas a mí?-, preguntó Lars. -¿No deberían conocer esta noticia los Wendigo del Clan del Lobo Invernal?

El Búho alzó sus alas de repente. Lars retrocedió instintivamente por la sorpresa, pero el espíritu no lo atacó sino que alzó el vuelo sin hacer el menor ruido, desapareciendo en las mismas sombras que lo habían cobijado poco antes. Sabiendo que era una gran imprudencia ignorar las advertencias de los grandes espíritus, el joven Garou corrió de nuevo al arroyo para caminar de lado y contar las nuevas noticias a sus hermanos.

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-Búho puede volar a través de muchos reinos-, les aseguró Faruq, -y conoce el mundo de los muertos tan bien como el de los vivos. Si afirma que los espíritus de los cachorros le han dicho que las respuestas están al norte de los territorios del Clan del Lobo Invernal, entonces es cierto.

Un tenso silencio se apoderó de todos ellos cuando terminó de hablar el Caminante Silencioso. Lars podía ver cómo sus hermanos pensaban en las implicaciones de lo que les habían dicho. Al final, fue Mata-Parientes quién rompió el silencio.

-¿Por qué Búho no advierte a los Wendigo?

-No me lo explicó-, respondió Lars, -pero está claro que por alguna razón quiere que seamos nosotros los que descubramos las respuestas. Tal vez murieron por algo que empezó aquí, en estas tierras.

-¿Pero sabes al menos a qué se refería con eso de "la herida en la tierra"?-, preguntó Voz-de-Plata.

-No, sé tanto como vosotros-, respondió el Theurge con evidente cansancio.

-Da igual, tenemos la oportunidad de descubrirlo-, intervino Canción-Oculta. -Si Búho dijo que no nos queda mucho tiempo, debemos volver cuanto antes y dirigirnos al norte.

Todos se volvieron hacia Mata-Parientes. Al igual que ellos, el alfa de la manada se debatía entre su deseo de volver al Clan del Pacto, el rencor contra los Wendigo del Clan del Lobo y el respeto hacia los espíritus servidores de Gaia.

-Descansaremos un poco más y, cuando Selene esté en su punto más alto, desharemos el camino.-, gruñó enfadado. -No me gusta pero lo haremos. Encontraremos la herida en la tierra y las respuestas de las que habla Búho.

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Tierras al norte del Clan del Lobo Invernal
6 de marzo de 1992

La manada es esforzó por deshacer el camino tan rápido como pudo y luego se internó en la zona de colinas y bosques donde se escondía la cabaña de Bill, avanzando siempre hacia el norte. El buen tiempo todavía les estaba acompañando. A pesar del frío, el cielo estaba despejado y Helios brillaba soberano en los cielos, aunque sus fuerzas estuviesen debilitadas. Descansaron unas buenas horas al amparo de una pequeña cueva natural, donde comieron las últimas raciones de comida que les había dado el hombre oso. Mata-Parientes, por su parte, prefirió salir de caza y regresó con una liebre muerta en sus fauces.

Más tarde, la manada se volvió a poner en marcha, siguiendo siempre la misma dirección hacia el norte. Al empezar la tarde, habían llegado al pie de una de los riscos y montes de la región. El estrépito producido por el ruido de maquinaria pesada atrajo su curiosidad y su cautela, pero el brusco ascenso del relieve de la montaña les obligó a desviarse hacia el este, donde encontraron una autovía con escaso tráfico. Cruzaron fácilmente al otro lado de la carretera cuando no pasaba ningún vehículo y después, avanzaron hacia el norte protegidos por la vegetación del bosque y el paisaje nevado. Más arriba, un desvío se separaba bruscamente a la izquierda de la autovía, hacia lo que parecía ser una mina a cielo abierto.

Desde su posición privilegiada, pudieron ver en las instalaciones del lugar un gastado cortavientos que protegía cinco módulos prefabricados de láminas de pintura blanca con bordes azules, una antena satélite, un gran almacén y un robusto trailer. La excavación minera en sí misma estaba rodeada por una valla de dos metros de altura desde la que se alzaban tres torres de vigilancia y una grúa de grúa de carga. Unas luces de sodio iluminaban con su enfermiza luz verde un camino para el tránsito de vehículos pesados, que descendía hasta llegar a la base de la mina, donde un fragmento rocoso tan negro como la noche y de unos dos o tres metros de alto por otros tantos de ancho sobresalía por completo de las excavaciones más recientes.

-¡La herida en la tierra!-, gruñó Mata-Parientes.

-Tenemos que acercarnos más para asegurarnos-, susurró Faruq.

-Espera-, lo detuvo Lars, cogiendo a su hermano por el brazo para retenerlo. -Dejadme observar primero en la Umbra.

-No deberías ir allí tú solo-, le respondió el Colmillo Plateado. -¡Te acompañaré!

Ambos retrocedieron hasta encontrar una roca cubierta de fino hielo, que producía extraños reflejos, que les ayudó a caminar de lado con ciertas dificultades. Luego avanzaron hasta un punto donde podían observar el reflejo umbral del lugar que ocupaba la mina. No estaban preparados para la desagradable sorpresa que se llevaron ante lo que vieron.

Telarañas cubiertas de un icor pastoso de color amarillento cubrían la zona donde estaban los módulos prefabricados, adoptando en parte la forma de los mismos, y toda clase de Perdiciones, los inmundos espíritus del Wyrm, vagaban erráticas por los alrededores de las telarañas y de la propia mina: un árbol esquelético y con el rostro de madera podrida; mujeres horribles de pieles arrugadas y brazos metálicos terminados en afiladas cuchillas; imágenes fantasmales e informes; y cosas aún peores. Pero lo más sobrecogedor era el fondo de la mina. Allí vieron las Perdiciones parecían verse atraídas por las terribles energías que brotaban de la roca negra del lecho rocoso.

-¿Qué es esto?-, susurró Canción-Oculta. -¿Un túmulo del Wyrm?

-No, no tiene las energías espirituales de un túmulo, aunque fuera uno corrompido por el Wyrm-, respondió el Theurge. -Creo que es algo peor que eso.

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