miércoles, 7 de noviembre de 2012

MATA-PARIENTES (1 - 2)


Vancouver, Columbia Británica
26 de febrero de  1992

Habían estado muy ocupados desde que Bron les mostró el secreto para "caminar de lado". Tanto Mata-Parientes como el resto de sus nuevos hermanos de manada habían estado aprendiendo desde entonces las responsabilidades y deberes de los Auspicios decretados por Selene el día de sus nacimiento. Para ello, otros Garou se habían ocupado de enseñarles todo lo que necesitaban saber. En su caso, una Ahroun llamada Caitlin Heany, conocida en la Nación Garou como Escudo-de-la-Tierra-Sagrada, le enseñó todo lo que consideró necesario. Nacida entre humanos, era una hembra adulta, de estatura baja, con hombros y caderas anchas, pelo corto de color rubio oscuro y unos curiosos dibujos en sus fuertes brazos que ella le había explicado que se llamaban "tatuajes".

Pasaron la mayor parte del tiempo bajo bosques más espesos de Stanley Park, lejos de otros Garou y de sus hermanos de manada para evitar lo que ella consideraba como "distracciones innecesarias". Al principio, Mata-Parientes se sintió muy feliz por el cambio. Él había nacido en libertad en las tierras salvajes del norte y el hecho de estar encerrado en una cueva humana ridículamente pequeña le causaba una gran angustia. En Stanley Park, podía recuperar un poco de su añorada libertad.

Sin embargo, Escudo-de-la-Tierra-Sagrada se encargó de tenerlo tan ocupado que apenas tuvo tiempo de saborear otra cosa que no fuera las tareas que le ordenaba. Desde que amanecía hasta que el sol alcanzaba las alturas del cielo, Mata-Parientes se veía obligado a atacar y defenderse en todas las formas que podía adoptar un Garou, incluida la Homínida por mucho que él la despreciase. La forma de los humanos era débil, tenía una piel demasiado blanda para protegerse del tiempo y, lo peor de todo, era que disminuía su olfato y sus oídos hasta lo intolerable. No obstante, "Escudo-de-la-Tierra-Sagrada" le había asegurado que tarde o temprano sus obligaciones como guerrero le llevarían a las ciudades humanas, por lo que era necesario que supiese controlar su cuerpo con suficiente soltura para afrontar cualquier reto que pudiese surgir allí.

Después de que el sol alcanzara su máxima altura, ella compartía con él todo lo que sabía sobre los múltiples enemigos a los que podría enfrentarse. Así fue como le habló de los muchos espíritus servidores del Wyrm, a los que los Garou llamaban Perdiciones; estas viles criaturas eran seres espirituales corruptos que trataban de infestar, corromper o destruir la Umbra de mil maneras distintas. Además, las Perdiciones podían poseer los cuerpos de los seres vivos, como los humanos u otras criaturas de Gaia, creando seres híbridos monstruosos llamados Fomori, que tenían a su disposición extraños y terribles poderes. Escudo-de-la-Tierra-Sagrada también le habló de las Sanguijuelas, los vampiros que se escondían en las ciudades humanas, alimentándose con la sangre de los inocentes. Ella le explicó que la sangre de aquellos monstruos estaba tan corrupta que podía esclavizar la voluntad de todos aquellos que la bebiesen. Sin duda, éstos eran los peones más sutiles del Wyrm, ya que no parecían ser conscientes de quién era su verdadero amo y sólo se concentraban en aumentar su poder y su influencia en la sociedad humana.

No obstante, existía un grupo de servidores del Wyrm que era más temido y odiado que todos los demás: los Garou traidores a Gaia conocidos como los Danzantes de la Espiral Negra. Antaño, habían sido una tribu leal llamada los Aulladores Blancos, pero fueron corrompidos por el Wyrm y, desde entonces, se habían consagrado a la tarea de destruir y corromper todo lo que antes amaban. Esta tribu caída había logrado prosperar aceptando a los Garou metis como iguales y reclutando activamente a los Garou de otras tribus. Al principio, eso confundió mucho a Mata-Parientes. ¿Por qué iba ningún Garou traicionar a la gran madre Gaia? A Escudo-de-la-Tierra-Sagrada le llevó algún tiempo hacerle entender que algunos Garou eran víctimas de sus peores instintos, por lo que sucumbían a la ambición, el miedo o la locura, todos ellos caminos seguros hacia las cadenas del Wyrm. De hecho, se decía que los Danzantes de la Espiral Negra obligaban a sus prisioneros a "bailar la espiral", fuera lo que fuera eso, pero lo que sí se sabía con certeza era que aquel "baile" los acababa convirtiendo en miembros de la tribu corrupta incluso en contra de su voluntad. Mata-Parientes se estremeció al imaginar a hermanos Garou tan viles como para desear asesinar a Gaia y deseó en silenció encontrarse con ellos pronto para poner fin a sus miserables vidas.

Escudo-de-la-Tierra-Sagrada también le explicó que los Garou tenían otros enemigos, como los espíritus de la Tejedora, los humanos que poseían poderes mágicos y otros seres igual de extraños. Sin embargo, la guerra contra los servidores del Wyrm consumía todos los esfuerzos de los Garou, por lo que la Ahroun no se detuvo demasiado a la hora de hablar de ellos.

Al anochecer llegaban las lecciones más dolorosas. Su maestra le enseñaba las armas que podrían usar sus enemigos contra su manada. Mata-Parientes sufrió en sus propias carnes la caricia de los colmillos creados por los humanos para matar a corta y a larga distancia. Escudo-de-la-Tierra-Sagrada insistía en llamarlos por sus nombres humanos como espadas, pistolas o rifles, pero a Mata-Parientes le parecía antinatural la obsesión humana por poner distintos nombres a todas las cosas y siguió llamándolos tercamente colmillos humanos. Para su sorpresa, su maestra le enseñó que podía curar rápidamente el daño que le hacían esos colmillos. Sin embargo, no ocurría lo mismo con los colmillos de plata o las garras de un Garou, cuyas dolorosas heridas tardaban más en cicatrizar y curarse de forma natural.

Cuando regresaba a la cueva humana donde descansaba con sus nuevos hermanos de manada, ellos estaban igual de cansados y exhaustos que él, aunque compartían entre ellos muchas de las nuevas cosas que aprendían antes de dormirse. En aquellos breves momentos de descanso, comían lo poco que les daban sin quejarse y descansaban para madrugar de nuevo a la mañana siguiente.

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-Has aprendido mucho, Mata-Parientes, pero aún no eres un auténtico Luna Llena-, le dijo Escudo-de-la-Tierra Sagrada con una de sus habituales sonrisas mordaces.

-Aprendo todo lo que me enseñas-, respondió él con su brusca seguridad. -Pronto seré un verdadero Ahroun.

Ella se apartó unos pasos. Su forma Crinos lucía el mismo pelaje que tenía Bron y él mismo, aunque el suyo era más rojizo que oscuro. Mata-Parientes había aprendido que eso se debía a que pertenecían a la misma tribu, los Fianna, que tenían su origen en una tierra mágica rodeada de agua por todas partes llamada la "Isla Esmeralda", aunque Escudo-de-la-Tierra-Sagrada prefería llamarla Eire. Su maestra detuvo los ejercicios y se tumbó en el suelo.

-Ser un Ahroun es algo más que guerrear contra los siervos del Wyrm-, le dijo con tono severo. -Muchos jóvenes se lanzan de cabeza al combate, buscando gloria y fama, sin pensar en las consecuencias. Pero el verdadero Ahroun planea cada combate, incluso los que aún no han tenido lugar. El verdadero Ahroun  lucha contra los enemigos de Gaia, pero protege a toda costa a sus hermanos de manada. Cuando uno de ellos muere, el verdadero Ahroun sabe que en parte el fracaso de su hermano es su propio fracaso. Tú lo sabes mejor que nadie.

Aquello sorprendió al joven Garou, pero decidió reflexionar sobre las últimas palabras de su maestra antes de hablar. Sin embargo, al no hallar sentido en lo que le decía, se decidió a preguntarle. Ella había estado esperando pacientemente a que se decidiera a hacerlo.

-Conoces bien las responsabilidades de un Ahroun-, le respondió ella. -Tarde o temprano, todos nosotros empapamos nuestras garras con la sangre de los inocentes en esta guerra. Sin embargo, tú ya te has enfrentado a ese hecho y has aceptado como propio un nombre que te lo recordará para siempre. No existe una lección más dura que esa.

Las palabras de Escudo-de-la-Tierra-Sagrada lo perturbaron enormemente. Al principio temió que ella le hubiese aconsejado que se enorgulleciese de su crimen pasado, pero luego entendió que el dolor que sentía por ese acto le enseñaría a honrar a los víctimas inocentes de su ira.

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Las lecciones se habían vuelto más complejas en los últimos dos días. Escudo-de-la-Tierra-Sagrada lo llevó a la Umbra para que los espíritus le enseñasen sus propios secretos. No fue una tarea fácil. Los espíritus exigieron que realizase algunas tareas en su nombre, pero logró que compartiesen sus secretos, siempre bajo la atenta mirada de Escudo-de-la-Tierra-Sagrada. Un espíritu de liebre le enseñó un don llamado el Salto del Canguro, que le permitiría saltar grandes distancias. Un espíritu de lobo le enseñó otro don llamado Garras como Cuchillos, que le permitiría emplear su rabia para afilar sus garras hasta el punto de causar heridas extremadamente graves con ellas. Y, finalmente, el espíritu de un árbol le enseñó el don de Resistir Toxina, con el que su cuerpo podría sobrevivir tanto a venenos naturales como a la vil ponzoña de algunos esclavos del Wyrm.

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A la mañana siguiente, Escudo-de-la-Tierra-Sagrada lo llevó otra vez en esa máquina apestosa que los humanos llamaban "furgoneta". Mata-Parientes se vio obligado a adoptar su forma humana una vez más y permanecer callado mientras miraba confuso la costra en la cara de Gaia que los humanos llamaban "ciudad". Se quedó estupefacto cuando vio tan cerca las cuevas altas y brillantes, las luces, las máquinas ruidosas y las personas que corrían de un lado a otro sin ningún motivo aparente. A pesar de la limitada audición de la forma humana sintió pronto un intenso dolor de cabeza por todo aquel ruido. Gracias a Gaia, su maestra sacó la maquina apestosa de la costra y al mediodía se internaron por una zona de pequeñas cuevas humanas, campos dominados y arboledas dispersas de aspecto retorcido.

Escudo-de-la-Tierra-Sagrada detuvo la "furgoneta" en una de esas arboledas. El sol estaba oculto detrás de un manto de nubes oscuras y hacía un poco más de calor que antes. Estaba claro que pronto caería una gran tormenta sobre toda la zona. Su maestra le ordenó que "caminase de lado" hacia la Umbra. Mata-Parientes obedeció de inmediato. Miró uno de los espejos de la máquina y se concentró en su reflejo hasta ver más allá de sí mismo.

La Umbra era distinta en aquel lugar. Helios brillaba con fuerza en los cielos. La "furgoneta" no existía aquí, pero sí algunas de las cuevas humanas, cubiertas de telarañas de aspecto brillante, que también cubrían los campos, asfixiando a las pocas plantas verdes que trataban de crecer en aquel lugar. A pesar de la distancia, los ojos de Mata-Parientes pudieron apreciar que había diminutas figuras arácnidas sobre las hebras. "Espíritus de la Tejedora", pensó furioso. Se los podía encontrar en todos los lugares habitados por humanos. Aquel ultraje le causó no poca indignación. Sin embargo, fue la pequeña arboleda de su izquierda la que atrapó de inmediato su atención. Los pinos tenían aquí un aspecto esquelético, como si fuesen víctimas de una extraña enfermedad. Captó un olor viciado apestaba en aquel lugar. "Wyrm", gruñó Mata-Parientes.

-Así es-, le confirmó un enorme lobo de pelaje blanco plateado y fuertes patas que lucía dos profundas cicatrices en uno de sus cuartos traseros. El extraño estaba a un lado, observándolo detenidamente con sus profundos ojos grises-El Wyrm desea medrar en este lugar. ¡Destruye a la Perdición que ha hecho esto!

Mata-Parientes no necesitó buscar el permiso de Escudo-de-la-Tierra-Sagrada, sino que se apresuró a entrar de inmediato en la arboleda corrupta adoptando la forma Crinos. Pequeños insectos intentaron entorpecer su avance, tratando entrar en sus oídos y sus orificios nasales, pero él los ignoró en su frenética carrera por destruir a los siervos del Wyrm. Todo juicio racional de Mata-Parientes había sido reemplazado por la furia del combate, por la rabia que latía en su interior.

Encontró a su enemigo en el centro de la arboleda. La Perdición tenía su misma altura y su aspecto era más enfermizo que el de los árboles a los que intentaba corromper. Su rostro deforme coronaba un cuerpo compuesto de madera podrida, con unas pocas ramas y raíces terminadas en púas ennegrecidas.

La Perdición le observó detenidamente con sus cuencas vacías y luego se estremeció violentamente, liberando de pronto Perdiciones menores con forma de insectos diminutos que brotaban de sus orificios con zumbidos furiosos. Mata-Parientes no se acobardó ante aquel ser grotesco, sino que cargó contra la Perdición hasta chocar contra ella. El golpe hizo que ambos cayesen derrumbados al suelo cubierto de cenizas, levantando polvo gris en todas las direcciones. Mata-Parientes se incorporó de un salto. Las espinosas ramas de la Perdición se enroscaron en su brazo derecho, clavándose profundamente. El joven Garou aulló de dolor, pero eso sólo logró enfurecerle más si cabe. Hundió su otra garra en la corteza podrida, atravesando su cuerpo con facilidad de un extremo a otro. La Perdición se estremeció. Los insectos redoblaron sus incesantes molestias. Mata-Parientes tropezó con una de las ramas y cayó al suelo junto a su enemigo. Ambos rodaron una vez más por el suelo, enzarzados en aquella pelea sin cuartel. El joven Garou logró ponerse sobre la Perdición y, tras agarrarle fuertemente la cabeza con ambas garras, se la arrancó de cuajo con un aullido triunfal. La Perdición se deshizo en una montaña informe de cenizas como si nunca hubiese existido.

Cuando Mata-Parientes se dio la vuelta se percató de que Escudo-de-la-Tierra-Sagrada y el lobo de pelaje plateado también estaban allí. Habían sido testigos del combate y podían haber intervenido en cualquier momento si lo hubiesen considerado oportuno.

-¿Qué opinas, Garras-de-Plata?-, preguntó su maestra en forma homínida al otro Garou con una sonrisa satisfecha.

-Creo que tienes razón-, respondió el lobo plateado. -Está preparado para el rito de iniciación.

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