viernes, 17 de agosto de 2012

C. DE T. 1 - 64: LA GUERRA MASSASA


Temiendo que la ambición hubiese pesado más que la amistad y el respeto que nos unían, entramos en la ciudad al final de la tarde sin hacer ningún intento previo para contactar con mi Senescal William Arkestone. En cuanto el sol se puso en el horizonte, salí inmediatamente del carromato para desactivar algunas defensas mágicas y mundanas de la capilla., descubriendo que ningún intruso había osado asaltar la casa durante los largos meses de nuestra ausencia. Irena y Sana se acomodaron en la habitación comunal del piso de arriba, junto con el artesano y su esposa. Al igual que ellos, tendrían prohibido descender a los niveles inferiores de la capilla, pero podrían disfrutar de una vida confortable en la casa del taller. Derlush partió para buscar a los dos ghouls que estaban bajo su mando y que habían estado escondidos durante todo este tiempo en otras viviendas de la ciudad. Confiando en que Lushkar se hiciese cargo de las tareas mundanas, entré en mi propio sanctasantorum. Con gran placer, añadí los manuscritos que había copiado de los viejos grimorios hechiceros de la gran biblioteca de Celestyn a mi humilde biblioteca particular y dejé la carta de la adivina cíngara en un pequeño arcón junto a otros objetos curiosos o de procedencia mágica que había reunido a lo largo de todos estos años.

Esa noche me reuní también con los maestres de la hermandad secreta que había ayudado a fundar en la ciudad. Pese a que habían echado en falta mi prudente consejo para algunas cuestiones concretas, supieron estar a la altura de las circunstancias, por lo que la orden no se resintió a causa de mi prolongada ausencia. Habían surgido pequeños conflictos y choques personales, por supuesto, pero la jerarquía de la hermandad, cuya inspiración había sido la misma Pirámide de la Casa Tremere, estaba preparada para resistir bien los desafíos impuestos por el ego humano.

A la noche siguiente fui a visitar al hermano William Arkestone. El Capadocio se sorprendió sinceramente de verme aunque, pese a todo, me ofreció un caluroso recibimiento. Afortunadamente para él, los meses que había pasado fuera de la ciudad habían sido sumamente apacibles. Mi Senescal afirmó con un alivio sincero que Balgrad no había recibido la visita de ningún otro Cainita. Seguramente había temido en numerosas ocasiones que el Príncipe Radu enviase a sus lacayos a nuestra ciudad durante mi ausencia, convirtiéndolo a él en el objetivo inmediato de su ira, mas sus temores habían sido completamente infundados, por lo que se había dedicado  durante todo este tiempo al estudio y la oración. No obstante, el Capadocio había demostrado su lealtad hacia mí, por lo que lo recompensé concediéndole permanentemente el cargo de Senescal en la futura Corte Cainita de la ciudad. William agradeció mi generosidad y conversamos el resto de la noche de los horrores de los que yo había sido testigo en Satles y del demonio que las había originado: Kupala, la Raíz del Todo. El Capadocio no había oído hablar jamás de aquella entidad, pero prometió estar alerta ante cualquier tipo de presencia de adoradores de demonios en Balgrad.

Durante los siguientes meses, ambos nos dedicamos a nuestros propios asuntos, reuniéndonos cada semana para contarnos cualquier novedad y para debatir sobre la naturaleza del alma o temas más mundanos pero no menos importantes. No obstante, en otoño me llegaron noticias inquietantes que no compartí con mi buen amigo, ya que trataban asuntos completamente confidenciales. Mi sire Jervais me había escrito para comunicarme que se había producido una execrable traición que podía poner en peligro a toda la Casa Tremere.

Parecía ser que algunos escasos magi mortales habían descubierto que la maldición de Caín había anidado en los líderes de la Casa, extendiéndose lenta e insidiosamente. La maestra Tosia y otros conspiradores habían abandonado en secreto Ceoris para alertar a las otras Casas de la Orden de Hermes de lo que estaba ocurriendo. De algún modo, el Consejero Etrius había descubierto lo que estaba pasando y había enviado a las Gárgolas de Virstania a cazar los traidores. Aunque dieron muerte a algunos, muchos conspiradores lograron cobijarse a tiempo bajo la protección de la Casa Tytalus. Las noticias se habían extendido rápidamente y era de esperar que hubiese algún tipo de reacción por parte de la Orden de Hermes. Por tanto, mi sire Jervais me aconsejaba que estuviese preparado ante cualquier tipo de conflicto con nuestros antiguos hermanos.

Las noticias eran sumamente preocupantes, pero era poco lo que podía hacerse, salvo incrementar la discreción de nuestras actividades y confiar en que la pequeña capilla Tremere de Balgrad pasase desapercibida en el nuevo frente bélico que iba a librarse. En mi fuero interno, deseaba que la maestra Tosia se hubiese olvidado del Regens de la capilla de Balgrad que conoció en la gran biblioteca de Ceoris. Si la suerte me acompañaba, ella tendría preocupaciones mucho mayores a las que dar respuesta inmediata.

Con el tiempo, nuestros peores temores se hicieron realidad. Tras casi un año sin noticia alguna, tiempo que nuestros líderes aprovecharon para ordenar la concesión de la Transformación a todos los magi mortales leales aún al gran maestro Tremere, entre los que inesperadamente se encontraba el magus Biturges, y matando a cualquiera que fuese sospecho de traición o cuya falta de méritos le hiciesen indigno de merecer nuestro oscuro don, supimos que los tribunales de la Orden de Hermes habían juzgado in absentia a la Casa Tremere, expulsándola de sus filas y castigando al fundador y a todos sus miembros a la muerte definitiva. A partir de ese momento, se produjeron numerosos asaltos en capillas de uno y otro bando en todos los reinos cristianos. Nadie sospechaba siquiera que esta guerra fratricida se prolongaría durante más de doscientos años, siendo además testigo de una alianza antinatural entre algunos herméticos de la Casa Tytalus y los atroces Tzimisce. No obstante, los fuegos de la conflagración nunca alcanzaron a la capilla de Balgrad, seguramente debido a su juventud y escasa importancia. Al final, la Casa Tremere no sólo sobrevivió a los conflictos contra los magi de las órdenes herméticas y nuestros enemigos Tzimisce, sino que prosperó aumentando su número y su influencia entre los Cainitas.

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