miércoles, 29 de agosto de 2012

C. DE T. 1 - 72: GARDANTH


En honor a la verdad, debo decir que lord Sirme estuvo a la altura del desafío en el que se hallaba. En lugar de amilanarse, la figura del Ventrue pareció crecerse ante la situación, transmitiendo visualmente toda su magnificencia y poderío a los mortales que lo rodeaban, que ignoraban que se habían convertido en víctimas del poder de la sangre al que algunos Cainitas llamaban Presencia. Lord Sirme mostró abiertamente su enfado y ordenó al líder de los caballeros teutónicos que defendiese sus acusaciones en combate ante los ojos de Dios y los hombres. El mortal no se acobardó ante la intimidante figura del Ventrue, sino que desmontó de su caballo y desenvainó su espada. Ambos cargaron el uno contra el otro con un arrojo digno de  la Chanson de Roldan. Las espadas chocaron y, tal empeño pusieron los contendientes en su pugna, que por cada golpe cruzado entre sus espadas saltaban chispas al aire. Parecía que con cada golpe acertado por lord Sirme, el líder teutón caería al fin, pero éste, aunque herido y con su agrietada armadura manchada de sangre, siempre se las arreglaba para contraatacar, provocando a su vez numerosos cortes y heridas al Ventrue. El combate estaba decididamente igualado.

Fue entonces cuando me dí cuenta de que si lord Sirme caía en manos de los caballeros teutones, podría desvelar bajo tortura o por simple venganza mi presencia y mi influencia en la ciudad, así como la localización de mi capilla. Tras unos instantes de vacilaciones, alcé la vista para observar las reacciones de los mortales. Los guardias de lord Sirme estaban animando a su señor a voz en grito, al igual que hacían con su líder la mayoría de los caballeros de la Orden Teutónica que presenciaban el combate. Otros contemplaban la pugna en respetuoso silencio, pero ninguno de ellos vigilaba los alrededores sino que su atención estaba completamente centrada en el duelo que tenía lugar en ese momento. Asimismo, los campesinos de la aldea que aún se mantenían en pie también contemplaban el duelo con mucho asombro. No habría mejor ocasión para realizar una intentona si me lo proponía.

Con rapidez, le conté a Derlush mi plan para que estuviese preparado. A continuación invoqué a los espíritus del aire y del agua para liberar el aliento del dragón sobre el poblado. Muchos mortales, campesinos sobre todo, pero también muchos de los caballeros de la Orden Teutónica y dos de los soldados al servicio de lord Sirme huyeron acobardados por la repentina aparición de aquella niebla maldita. Incluso el mismo líder de los teutones bajó la guardia durante unos instantes debido a la sorpresa, circunstancia que aprovechó el Ventrue para golpear a su rival, dejaádolo tendido en el suelo con una herida mortal que en seguida regó el barro con abundante sangre. Mi fiel Derlush disparó su arco numerosas veces, arrojando sus saetas contra los pocos caballeros teutones que no habían huido. Lord Sirme cargó contra ellos y los tres soldados que le quedaban se unieron pronto a él. Entretanto, me acerqué al líder moribundo que había luchado con tanto brío. Apenas se aferraba ya a la vida. Estaba decidido a convertirlo en mi criado por su habilidad con las armas y su valentía, así que tras hacerme un corte en la palma de la mano izquierda vertí un poco de mi sangre en su boca para que se recuperase de sus heridas más graves. Luego usé mi Dominación para ordenarle que me acompañase a mi capilla sin ofrecer resistencia, pero intentó resistirse de alguna forma misteriosa. No obstante, al final mi voluntad se impuso a sus trucos.

Los ruidos del combate fueron cesando. A nuestro alrededor sólo yacían los muertos y los moribundos. Lord Sirme me dio las gracias por mi oportuna intervención, asegurando que, aunque estaba seguro de poder derrotar al líder teutón, sus fuerzas hubieran quedado demasiado mermadas para enfrentarse con seguridad contra el resto de los caballeros. Ambos sabíamos que él me debía ahora su existencia, la deuda más grande que podía contraer un Cainita con otro. Por tanto, no se atrevió a discutir conmigo mi derecho a reclamar al mortal con el que se había batido en tan singular duelo. Por mi parte, asentí ante su bravuconada y le propuse que cogiésemos nuestras monturas para alejarnos cuanto antes de aquel lugar.

Antes de separarnos, le expliqué a lord Sirme las sospechas de que habíamos caído en una elaborada trampa y le aconsejé que extremase sus precauciones durante las próximas noches en su refugio. Él asintió con gravedad. Tenía el orgullo herido por no haberse dado cuenta él mismo de la celada. Me preguntó qué quería que hiciese con Aneska, la campesina que le había pedido ayuda. Respondí que la chica era inocente, ya que no era consciente de lo que estaba pasando, pero que respetaría cualquier decisión que tomase con ella.

Una vez que volvimos a la seguridad de Balgrad y de nuestra capilla, encerramos al teutón en las mazmorras y le forzamos para que bebiese un elixir que lo durmió poco después. No contento con esa medida, también ordené a Derlush y a dos guaridas más que no le perdiesen de vista hasta la próxima noche, y, por último, me reuní con Lushkar para informarle de los detalles de la emboscada y de nuestro nuevo y singular invitado.

A la noche siguiente, di otro trago de sangre al teutón y volví a usar mi Dominación sobre él para que respondiese a todas mis preguntas. Esta vez la sangre de Caín mermó su misteriosa resistencia. Para mi gran sorpresa descubrí que era un magus, un practicante de la verdadera magia, aunque no pertenecía a ninguna de las casas de la Orden de Hermes, sino a un grupo conocido como la Cabala del Pensamiento Puro, o  los Gabrielitas, que estaba consagrado a unificar a toda la cristiandad bajo un solo Mundo, un solo Dios y una sola Iglesia. Para conseguir sus objetivos, los Halcones de Gabriel, otro de sus nombres, promovían y utilizaban herramientas como la misma Orden Teutónica. Al final de su relato, Gardanth juró que sus hermanos y hermanas lo encontrarían y que la ira de Dios destruiría a todos los servidores de Satán como yo o mis criados.

Sus palabras me afectaron en gran medida. Decidí prohibir a todos los Cainitas de Balgrad que interviniesen en los asuntos de la Orden Teutónica. Estaba seguro de que lord Sirme ya habría hecho planes en esa dirección, pero no iba a permitir que sus ambiciones personales atrajesen la ira de aquellos fanáticos contra todos nosotros. Los sucesos de la noche anterior ya les habrían puesto sobre aviso acerca de nuestras actividades y los caballeros teutones supervivientes probablemente ya habrían contado lo que les pasó. Al  fin y al cabo, el Ventrue sera el más interesado en comportarse con discreción a partir de ese momento.

Por mi parte, debía ocuparme de Gardanth. En sí mismo un magus vivo era una herramienta muy valiosa, pero también sería peligroso dejarlo con vida y que pudiese alertar a sus hermanos. Otra opción más provechosa sería transformalo en mi chiquillo. Los herméticos convertidos en Cainitas dentro de la Casa Tremere habían demostrado tener un talento notable en la maestría de las artes mágicas y estaba seguro de que ello incrementaría el poder y la influencia de la capilla de Balgrad. Así pues, me comuniqué con Jervais a través del ritual de Comunicación con el Sire del Cainita para pedirle su permiso para Transformar a un nuevo candidato. Jervais aceptó sabedor de que eso incrementaría la influencia de su linaje en aquella región y de que me dejaría nuevamente en deuda con él. También me aseguró de que no debía preocuparme por las reacciones del Consejero Etrius y de sus partidarios, ya que él mismo se encargaría de apaciguarlos. Así pues, una vez obtenida la aprobación de mis superiores, compartí con Gardanth la maldición de Caín y cambié para siempre toda su existencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario