miércoles, 22 de agosto de 2012

C. DE T. 1 - 67: MORKE


Tenía mucho de que preocuparme. Un Gangrel salvaje estaba merodeando por los alrededores de Balgrad y, escondido en alguna parte de la ciudad, un Nosferatu evitaba presentarse ante mí. ¿Su aparición era fruto de la casualidad o estaban colaborando juntos al servicio de los enemigos de la Casa Tremere? Por su parte, el arrogante Ventrue parecía no tener miedo ni respeto por nuestros enemigos, sino una confianza nacida en su propia pericia con la espada. Además intuí que trataba de impresionarme para ganarse mi confianza. Por lo tanto, me fue bastante fácil convencerle de que me acompañase a pasear esas noches por las calles de la ciudad para buscar indicios de las actividades de los intrusos. Lord Sirme aceptó de inmediato, como sabía que haría, y acordamos encontrarnos a la noche siguiente en la Fuente de las Ranas, llamada así por una pequeña talla de roca esculpida con la forma de ese animal.

También decidí tomar medidas de seguridad adicionales en mi propia capilla. Mis criados, incluidas Irena y Sana, tendrían expresamente prohibido adentrarse en la ciudad de noche. Ordené a Derlush y sus dos subordinados que estuviesen preparados para el caso de un asalto violento contra el edificio y, por su parte, Lushkar tendría que hacer acopio de alimentos. Mis propias reservas de sangre almacenadas en las piedras eran muy abundantes, por lo que no debía preocuparme por ese aspecto.

A la noche siguiente, lord Sirme y yo nos encontramos en el lugar acordado. El Ventrue apareció ataviado con una camisola de malla sobre la que llevaba una chaqueta de cuero. Pese a su extrema confianza en sus capacidades, estaba claro que al fin había considerado las debidas precauciones. Descendimos juntos por la calle de Santa Eulalia y bajamos despacio por la calle de las Herrerías. En esa parte de la ciudad, las callejas permanecían vacías y sólo estaban iluminadas por la luz de las estrellas, una circunstancia ideal para una emboscada. Ambos caminamos en completo silencio, concentrados en descubrir cualquier indicio de problemas antes de que ocurriesen. Sin embargo, mis agudos sentidos me permitieron percatarme una hora después de la presencia del intruso. Estaba recostado sobre uno de los tejados. Iba vestido como un campesino mugriento o un cazador furtivo. Tenía una larga melena enmarañada de un color sucio parecido al barro y sus ojos brillaban con un brillo sobrenatural de color rojo. Detuve a lord Sirme de inmediato y me preparé para el combate.

No obstante, el Cainita se dejó caer al suelo de la calle con una elegancia felina, aunque no hizo ademán de atacarnos. Su mirada era desafiante y rebelde, sí, pero parecía tranquilo a pesar de su aspecto salvaje. Lord Sirme no confió en tales apariencias y mantuvo su espada en alto, presto para atacar a mi orden. El intruso se presentó bruscamente como Morke, de la familia Gangrel, y con un gruñido irritado pidió mi permiso para  quedarse en Balgrad, puesto que había descubierto recientemente que yo era el gobernante de esta ciudad. Debió divertirle mucho nuestra sorpresa, ya que se acercó a nosotros con una sonrisa feroz en sus labios. Al verlo de cerca, pude advertir que un oscuro pelaje cubría todo su cuerpo y sus brazos. Sin duda, su sangre pertenecía al salvaje linaje de los Gangrel. Intentando recuperar mi autoridad, le pregunté si era conocedor de las Leyes de Caín, aunque él confesó abiertamente que las desconocía. También le pregunté si había algún otro de su linaje cerca de la ciudad. Morke respondió que creía que había otro en la antigua cueva de un oso a dos días de viaje hacia el oeste. Por último, le pregunté quién era su creador, pero afirmó que desconocía el nombre de ese bastardo.

Así pues la decisión estaba en mis manos. Ante mí tenía al que casi con toda probabilidad era el intruso que había robado y matado en el Dominio del hermano William. Lord Sirme parecía desconfiar de forma natural del salvaje y esperaba únicamente que diese la orden para atacarlo. Morke le sonrió enseñándole los colmillos. En justicia, deberíamos haberlo hecho prisionero. Sin embargo, sentí lástima por el Gangrel. Morke había sido convertido en Cainita sin la recibir la instrucción adecuada y, por tanto, su comportamiento era más parecido al de una bestia. Si lo "educaba" adecuadamente en las normas de los nuestros, tal vez pudiese utilizarlo en mi beneficio. Así pues, accedí a su demanda a condición de que me dijese dónde establecería su lugar de descanso. Asimismo debía comprometerse a respetar las Leyes de Caín, que recitó oportunamente lord Sirme, y ayudar a defender Balgrad en caso de ser necesario. Morke juró todo lo que le pedimos, de forma poco convincente, y, tras pensarlo durante unos instantes, declaró que tomaría como refugio el cementerio de la ciudad. Antes de que se marchase, le advertí que existía una abadía a las afueras de la ciudad que era el Dominio de un buen amigo mío. El Capadocio estaba bajo mi protección, así que no dudaría en llevar la muerte definitiva a cualquiera que amenazase sus derechos. Morke entendió perfectamente lo que se le decía y se despidió sin más ceremonias.

Lord Sirme y yo regresamos a la posada en la que permanecía hospedado hasta que se instalase adecuadamente en una casa solariega cerca del castillo de Balgrad. Discutimos durante bastante tiempo si Morke respetaría o no los compromisos alcanzados, pero aquel era un debate estéril hasta que el Gangrel demostrase si era merecedor de la oportunidad que le había brindado esa noche. Cualquiera que fuera el resultado de sus acciones, le expliqué al Ventrue que ahora debíamos hallar al Nosferatu, una tarea casi imposible. No se podía ver a un Nosferatu a menos que él así lo quisiese o bien que fuese muy descuidado. En cualquier caso, ambos acordamos usar nuestras influencias en los mortales para intentar descubrir sucesos insólitos que pudiesen delatar la presencia de esa sabandija en Balgrad.

Cuando regresé a mi capilla, escribí una misiva que Lushkar debía entregar al día siguiente en la abadía del hermano Arkestone. En ella, le describía a William nuestro encuentro con Morke y los compromisos que acordamos. Sabía que mi buen amigo aprobaría la oportunidad que le concedí al Gangrel esa noche, pero temiendo que volviese a intentar encubrir sus actividades, también le urgí para que me comunicase cualquier incidente que sufriese su comunidad tan rápido como fuese posible.

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